Al abrir la lista de selección, la pantalla está llena de monedas que están a cero, familiar pero extraña.
Desliza durante un minuto hasta llegar al final, incluso olvidé cuándo compré.
Esos gráficos de velas y sueños de enriquecerse, hoy solo quedan números fríos, en silencio como antes.
El mercado no recuerda mis expectativas, ni mis pérdidas, como un tren que nunca se detiene.
Y yo, con un billete de tren caducado, sigo mirando la pantalla.
En este momento, me siento tranquilo y lleno de expectativas, ¡esperando que la próxima moneda me haga rico!
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Al abrir la lista de selección, la pantalla está llena de monedas que están a cero, familiar pero extraña.
Desliza durante un minuto hasta llegar al final, incluso olvidé cuándo compré.
Esos gráficos de velas y sueños de enriquecerse, hoy solo quedan números fríos, en silencio como antes.
El mercado no recuerda mis expectativas, ni mis pérdidas, como un tren que nunca se detiene.
Y yo, con un billete de tren caducado, sigo mirando la pantalla.
En este momento, me siento tranquilo y lleno de expectativas, ¡esperando que la próxima moneda me haga rico!